¡Bienvenidos!

15 de julio de 2011

Carta a «Mente y Cerebro»

En relación al artículo publicado una entrada más abajo, terminé frustada mientras copiaba las palabras que en él se señalaban y decidí escribir una carta a la revista con dicho nombre. Aquí la dejo, para reivindicar derechos y ayudar a diseñar y fomentar una igualdad humana.

A quién corresponda,

Mi nombre es Silvia Quirós Alvear, psicóloga recién licenciada por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y entendedora habitual del mundo que hace referencia a los Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD) o Trastornos del Espectro del Autismo (TEA). Soy una reciente lectora de su revista «Mente y Cerebro», ya que me he suscrito hace tan solo unos meses en una de sus visitas anuales a la UAM. Cuál fue mi sorpresa al recibir una de las revistas, en concreto la nº48 (Mayo/Junio 2011), cuando leyendo el artículo titulado «Ayuda hormonal para el autismo» de Nikhil Swaminathan, en la página 6, área de Sociabilidad, me detengo en varias ocasiones debido a la lectura de un vocabulario poco inclusivo y apropiado sobre el tema que se está tratando.



Son variadas las puntualizaciones que me gustaría hacer, con el mero propósito de que quede en conocimiento de quién deba el estilo de escritura que queda reflejado, al menos para ciertos lectores/as, en tanto en cuanto estamos documentándonos con una revista que se caracteriza por un nivel técnico y especializado en ciertos campos profesionales. Por un lado, el empleo de «persona/adulto autista» siendo éste un término que no acaba de gustar o agradar al colectivo que menciona. Surge este debate por el mero hecho de que una persona no puede ser jamás solamente caracterizada por una cualidad que posee, unido a ello, un significado que tiende a asociarse con una nomenclatura negativa. Por tanto, la definición correcta sería «persona CON autismo», para que de tal forma podamos entender que no solamente dicha persona, sea adulto o niño, posee autismo, si no que también puede estar relacionado con otra serie de características que no serán ni más ni menos importantes que la anterior. Por otro lado, el uso de «enfermedad» para designar algo que hoy en día se considera un trastorno, como bien expone el diágnostico del mismo, pero no una enfermedad, que tiende a ser una palabra que contiene un énfasis ciertamente de desprestigio y diferencia con el resto de la sociedad. Asimismo, en la mención en su artículo cuando se habla de un «desarrollo más o menos normal», dicho vocablo debería sustituirse por otro que se designa técnicamente como un «desarrollo típico», o «no típico» en el caso del autismo, pero nunca como normal o no normal. Por último, la señalización de una posesión de «síntomas» en el Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) o Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD), ya que va asociado a una enfermedad, por lo que tampoco seria ésta una expresión sumamente adecuada aunque sea plenamente aceptada por el DSM-IV-R y el colectivo clínico o médico. Podrían señalizarse como signos, señales o quizá como dificultades en ciertas áreas, etc.

Simplemente, como conclusión, querría justificar mi detallada exposición como una forma de intentar mejorar la sociedad por y para una utilización de una terminología positiva, que invite a la aceptación de las diferencias entre las personas y a la igualdad e inclusión de todos en unos mismos espacios, a la inexistencia de unos límites en lo más o menos normal. Quisiera remarcar la generalidad de su artículo, debido a que la palabra «Autismo» designa solamente una tipología dentro de la totalidad de los TEA o TGD que pienso no se ha tenido en cuenta.


Muchas gracias por su debida atención y espero haya sirva de ayuda para futuras publicaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario